En busca del sueño soviético

Miguel Hernández representa en la literatura española una metamorfosis estilística única. Se adapta a los acontecimientos que arrastran a la nación, surgiendo como precursor de la denominada ‘Poética de Urgencia’, erigiéndose en vanguardia de la revolución proletaria que se estaba viviendo en esos momentos. Prueba de ello lo tenemos en el prólogo de su obra ‘Viento del pueblo’:”Los poetas somos viento del pueblo; nacemos para pasar soplados a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas”.

A su vez Miguel hace hincapié en la necesidad de que el arte, incluso en momentos de máxima urgencia histórica, no ceda en su calidad, siendo en suma pureza espiritual y arma de combate, afirmando en su obra ‘Teatro en la guerra’(julio de 1937): “una serie de contradicciones nos atormentaban. Lo puro, por antihumano, no podía satisfacernos en el fondo; lo revolucionario, en la forma, nos ofrecía tan sólo débiles signos de una propaganda cuya necesidad social no comprendíamos y cuya simpleza de contenido no podía bastarnos... la Revolución, al menos lo que nosotros teníamos por tal, no podía estar comprendida ideológicamente en la sola expresión de una consigna política o en un cambio de tema puramente formal...No podíamos admitir como revolucionaria, como verdadera, una pintura, por ejemplo, por el sólo hecho de que su concreción estuviese referida a pintar un obrero con el puño levantado o con una bandera roja, o con cualquier otro símbolo, dejando la realidad más esencial sin expresar..”.Estas ideas serán recogidas en la “Ponencia Colectiva” redactada por Arturo Serrano Plaja y firmada entre otros por el insigne lírico orcelitano, siendo presentada en julio de 1937 en el II Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas en Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia.

No obstante, las tesis recogidas por nuestro singular personaje no son espontáneas ya que, hay que tener en cuenta los momentos históricos en los cuales las sociedades ‘civilizadas’ son empujadas por ideas idílicas, como bien apuntara Tomás Moro en su famosa ‘Utopía’, y es un hecho bien cierto en el ser humano, la insatisfacción natural que eternamente le ha atormentado, marcando las desigualdades sociales y económicas, ideas ya esbozadas por el materialismo marxista y recogidas en ‘El Capital’. En esa búsqueda incesante, multitud de intelectuales, han efectuado a lo largo de los siglos una ardua tarea en identificar y definir el sistema más plausible para dar respuesta a ese destino implacable que oprime a los pueblos.

En esa tesitura, Miguel se encontró envuelto en un contexto de sueños irrealizables y de luchas fraticidas, siendo de vital importancia el auxilio soviético a la República, la cual agonizaba bajo estridentes sonidos de sables y el tableteo de humeantes ametralladoras que la desangraban. Ayuda justificada por el alineamiento ideológico a la que los acontecimientos internos habían empujado ante el probable triunfo de las fuerzas nacionales del general Franco y sus aliados alemán e italiano. Es por ello que el poeta oriolano no dudó en aceptar la invitación realizada a su persona por el Ministerio de Instrucción Pública, consistente en viajar en el verano de 1937 al ‘V Festival de Teatro Soviético’ a celebrar en la capital del sueño proletario Moscú. A la espera de su futuro trayecto, Miguel el poeta enamorado redacta una carta desde Valencia a su cónyuge Josefina el 27 de agosto de 1937, en donde explica su excitación: “Desde la tarde que salí de tu lado me encuentro en Valencia, esperando salir de un momento a otro para Rusia. Voy con cuatro compañeros más a asistir a unas representaciones de teatro ruso en Moscú, Leningrado y otras ciudades más, para que me sirvan de estudios y beneficios del teatro que yo haga en España,El viaje a Rusia durará un més aproximadamente”.

La delegación se puso en marcha con gran entusiasmo el día 29 de agosto de 1937, rememorando aquella larga gesta, que cinco siglos antes, realizaron un puñado de compatriotas, en busca de la tierra prometida. La delegación realizó su primera escala en París, la capital de la ‘Primavera de los pueblos’. Fue allí donde el premio Nóbel, Octavio Paz, pudo tomar contacto fraternal con el “Eneas oriolano”, legándonos una excelente descripción de él:”Aún me hace sonreir su graciosa cólera, porque nadie entendía su francés incoherente y su español brusco”. El oriolano ilustre amó a su patria, no olvidando la muerte que en ella se cebaba y de esta manera lo expresa en la misiva que destina a Josefina desde París con fecha 30 de agosto: “Me acuerdo mucho de España, como si la hubiera perdido para siempre. Aquí, en comparación con la nuestra, la gente me parece de cartón. No hay nada como España y más en estos momentos que vivimos”.

En su caminar a través de la Europa desgarrada y destripada, entre rencillas y odios, Miguel compuso su famoso poema ‘España en ausencia’, ideal de la añoranza de las tierras maternas que sufren por la ingratitud de los vástagos a los cuales alumbró y amamantó. Esta composición fue ideada desde su halado transporte camino de la capital sueca ,Estocolmo. A través de nubes etéreas y fugaces tundras selló con su pluma esta descripción del viajero emocionado: “Me empuja entre celajes de hermosura, por Francia, Holanda, Dinamarca y Suecia, a la Rusia que sueño..”.

A su llegada a la URSS, las doradas estepas y la indómita actitud del paciente y amable pueblo eslavo, iluminaron las conciencias y despejaron las dudas que pudieran haberse suscitado acerca del apoyo que el ‘oso ruso’ pudiera aportar al Frente Popular. El rotativo ‘Izvestia’ dedica su cabecera a rendir humilde pleitesía y agradecimiento a las personalidades llegadas el 1 de septiembre del mismo año: “Ayer una delegación de figuras públicas del mundo del arte de la República de España llegó al Festival de Teatro”. Tras los honores que recibieron, asistieron a la solemne inauguración que tuvo lugar en el Teatro Bolchoi de Moscú, el 1 de Septiembre de 1937, a la que hicieron acto de presencia centenares de personas entre huéspedes, diplomáticos y funcionarios, según la información del diario anteriormente mencionado Miguel declara “Las canciones y danzas hoy presentadas nos han dejado una impresión inolvidable. Pueblos que poseen tal arte son sin duda extraordinariamente fuertes y vigorosos, que viven una vida radiante, alegre y apasionada”.

Desde un primer momento se atisbaron los lazos comunes entre el arte y el folklore de ambas naciones, como bien apuntara Miguel Prieto, miembro de la expedición española. Tras los actos desarrollados en el centro del Imperio Rojo, Miguel y sus compañeros pudieron disfrutar de la Venecia del Báltico; San Petersburgo, símbolo del progreso de la sociedad rusa desde su fundación en 1703 a cargo del visionario y despiadado Pedro el Grande, y cuna del bolchevismo revolucionario. Esta visita se produjo entre el 11 y 14 de septiembre de 1937, caminando a través de un oceánico osario de obreros, que pagaron un alto coste en la construcción de tan fascinante ciudad.

El 17 de septiembre, tras pernoctar del 11 al 14 del mismo mes en el Hotel Astoria de Leningrado y obedeciendo a su intrépido corazón, Miguel Hernández accede a conocer los logros que la ucraniana ciudad de Jarkov le pudiera aportar, observando con perplejidad la mecanización de las masas, gracias a la política estatal de Planes Quinquenales, que asimilaban los logros capitalistas anteriores y desterraban la alienación que la industrialización había conllevado, dedicándole un poema revelador de la impresión que le causa “La fábrica-ciudad” reafirmado a su vuelta, en octubre de 1937 en ‘Nuestra Bandera’, de Alicante, donde muestra su sorpresa ante ciudades, fábricas y jardines que surgían por todas partes:“Las fábricas soviéticas, auténticos hogares del trabajo, rodeadas de jardines llenos de luz y flores, los Koljoses de Ucrania, en los que ríe la tierra con los campesinos, el pulso seguro de un pueblo que construye victoriosamente el socialismo, abriendo horizontes inmensos a toda la humanidad”.

El poeta inicia su regreso el 5 de octubre de 1937, embarcando para Kiel y Copenhague camino de Londres, París y Barcelona. En su vuelta realiza una caricaturesca definición de las gentes que encuentra, algunas muy críticas sobre todo de galos y anglosajones, motivado por la cobardía de estas naciones ante los horrores bélicos que la confrontación civil causaba en nuestro país:”Una humanidad de cartón, sentada en una comodidad de trenes de primera clase y un silencio de pobres fieras aisladas:hienas leyendo el periódico, sapos eructando chocolate, zorros y lobos mirándose de reojo y gruñendo de tener que rozarse”.

Es indudable que las vírgenes inmensidades de la patria de los antiguos zares marcarían un antes y un después en la proyección literaria de todos los integrantes que compusieron la delegación hispana en tierras lejanas.

Alfonso Enrique Moya Torres
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