VOCES DE LA CALLE ARRIBA "La Calle del Poeta"
José A. Juan García
Pintada, no vacía;
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.
(Miguel Hernández)
LA CALLE DE ARRIBA. AYER Y HOY
¿Qué por qué le llaman la calle de Arriba?....No lo sé, es decir, no he encontrado nada ni a nadie que sepa darme una verdadera, exacta y definitiva acepción acerca de ese nombre, al menos, que tenga ciertos visos de credibilidad o de lógica.
Recuerdo que, de niño, mis primeras correrías por aquella calle eran para hacer una competición entre los amiguetes que salíamos del Colegio de Santo Domingo, en las tardes de primavera sobre todo. Nos colocábamos en la puerta del Colegio y partíamos el recorrido, un grupo iría por calle del Colegio, hasta el Paseo de Calvo Sotelo y el otro subiría hasta la calle de Arriba y al llegar al horno de Efrén doblaría a la izquierda para encontrarse con el otro en el mismo Paseo de Calvo Sotelo. No entiendo la razón, pero casi siempre ganábamos los que tomábamos la calle “de Arriba”.
La calle de Arriba, en aquella época, era algo así como un típico pueblo rural, situado en la parte superior de una ciudad como Orihuela, en la parte de arriba, junto a la sierra.
Tenía todas las ventajas de aquellos pueblos tranquilos, silenciosos y amables, donde la mayoría de los vecinos que lo compartían estaban unidos por lazos de parentesco o de una gran amistad. Disfrutaban de la sierra, de su aroma a tomillo y romero, comían los higos chumbos de las paleras y tenían la ciudad, con sólo bajar unos escalones.
Quizás todo esto fue lo que definió en su día el nombre: calle de Arriba, arriba de la ciudad y junto a la sierra de Orihuela.
Recuerdo que, de niño, mis primeras correrías por aquella calle eran para hacer una competición entre los amiguetes que salíamos del Colegio de Santo Domingo, en las tardes de primavera sobre todo. Nos colocábamos en la puerta del Colegio y partíamos el recorrido, un grupo iría por calle del Colegio, hasta el Paseo de Calvo Sotelo y el otro subiría hasta la calle de Arriba y al llegar al horno de Efrén doblaría a la izquierda para encontrarse con el otro en el mismo Paseo de Calvo Sotelo. No entiendo la razón, pero casi siempre ganábamos los que tomábamos la calle “de Arriba”.
La calle de Arriba, en aquella época, era algo así como un típico pueblo rural, situado en la parte superior de una ciudad como Orihuela, en la parte de arriba, junto a la sierra.
Tenía todas las ventajas de aquellos pueblos tranquilos, silenciosos y amables, donde la mayoría de los vecinos que lo compartían estaban unidos por lazos de parentesco o de una gran amistad. Disfrutaban de la sierra, de su aroma a tomillo y romero, comían los higos chumbos de las paleras y tenían la ciudad, con sólo bajar unos escalones.
Quizás todo esto fue lo que definió en su día el nombre: calle de Arriba, arriba de la ciudad y junto a la sierra de Orihuela.

La calle de Arriba años 1940/50 . A la izquierda, la casa del Poeta. Al fondo, la puerta del Colegio de Santo Domingo que comunica con el patio de Lourdes.
Por aquellos años, los barrios de Orihuela estaban perfectamente identificados y diferenciados, y además, mantenían ciertas rivalidades, sobre todo entre los jóvenes. La calle Arriba, La Peña, la calle Acequia, la calle meca, el Rabaloche etc.....
Cada barrio tenía sus propias fiestas y celebraciones y, lógicamente, también tenía a sus personajes de cierta celebridad y empaque. Podríamos afirmar que, después del barrio del Rabaloche, la Calle de Arriba era el más importante de todos.
El fútbol era una de las aficiones que hacía estragos en la época. En la calle de Arriba estaba recién formado el equipo de la “Repartiora”, el equipo de Miguel, de José Mª Soto y de otros muchos.
En los barrios nacían las rondallas de músicos de cuerda, que se unían para organizar grandes serenatas y bailes populares: el Perín, el Mamaillo, el Relente, Paquito el de las mondas.......
Eran muchos los barrios con verdadera identidad, pero la calle de Arriba se caracterizaba por aquella fiesta tan popular y tradicional que se celebraba a la Virgen de Monserrate. La calle era visitada por la mayor parte de Orihuela y sus festejos fueron siempre muy celebrados con gran popularidad.
Cada barrio tenía sus propias fiestas y celebraciones y, lógicamente, también tenía a sus personajes de cierta celebridad y empaque. Podríamos afirmar que, después del barrio del Rabaloche, la Calle de Arriba era el más importante de todos.
El fútbol era una de las aficiones que hacía estragos en la época. En la calle de Arriba estaba recién formado el equipo de la “Repartiora”, el equipo de Miguel, de José Mª Soto y de otros muchos.
En los barrios nacían las rondallas de músicos de cuerda, que se unían para organizar grandes serenatas y bailes populares: el Perín, el Mamaillo, el Relente, Paquito el de las mondas.......
Eran muchos los barrios con verdadera identidad, pero la calle de Arriba se caracterizaba por aquella fiesta tan popular y tradicional que se celebraba a la Virgen de Monserrate. La calle era visitada por la mayor parte de Orihuela y sus festejos fueron siempre muy celebrados con gran popularidad.

Calle de Arriba años 80
Por fin divisas alegre
La calle más bella,
Tu calle, la mía,
La calle de España entera,
Y en ella ,un relicario,
Tu maravillosa higuera.
Porque tu higuera, Miguel,
No es una higuera cualquiera.
La calle más bella,
Tu calle, la mía,
La calle de España entera,
Y en ella ,un relicario,
Tu maravillosa higuera.
Porque tu higuera, Miguel,
No es una higuera cualquiera.
JOSE MARIA SOTO DE LEYVA
Ayer y hoy de la calle de Arriba, una historia prolongada en el tiempo que sólo puede conocerse con la estrecha consideración del poeta, de su entorno y de la auténtica realidad que vivió.
A Miguel no le conoció mucha gente en su tiempo y sin embargo, hoy dicen haberle conocido y admirado la casi totalidad de la población culta, o que quiere ser considerada culta.
A Miguel no le conoció mucha gente en su tiempo y sin embargo, hoy dicen haberle conocido y admirado la casi totalidad de la población culta, o que quiere ser considerada culta.
LOS VECINOS
Efrén y Carlos Fenoll
Efrén Fenoll pertenecía a todo ese grupo de amigos inseparables, junto a su hermano Carlos Fenoll, Pepito Marín (Ramón Sijé) y su hermano Gabriel Sijé, José María Soto de Leyva y otros muchos que, como vecinos de la calle de Arriba, frecuentaban los mismos lugares y practicaban los mismos juegos juntos, en la calle, que era como se jugaba por aquellos tiempos.
Efrén era como un hermano mayor del grupo, quizás porque se veía en él una cierta responsabilidad y un aspecto serio allá donde los hubiera. Efrén, con su hermano Carlos, se ocupaba de la tahona y pocas ganas tenía de reuniones y lecturas en el alcabor del horno, cuando en realidad ellos dormían durante el día y trabajaban durante la noche. Jamás escuché de mis padres, junto con sus inseparables amigos: Guillermo Cañizares, Luis Pardines, Atanasio Die, etc. que hablasen de ese tipo de tertulias en la tahona. Es posible que el escritor Manuel Molina, mentor de semejante actividad, confundiera las reuniones para cenar entre amigos y los bailes que se hacían en la casa de Efrén, en el mismo horno, a los cuales, con toda seguridad, no asistían ni Miguel, ni los que se dedicaban a la literatura. Está por demostrar que la Tahona de los Fenoll se dedicase a ese centro cultural de tertulias, donde se leían poemas y se animaban unos a otros para escribir y publicar. De todas formas, creo que el hecho en si, carece de importancia y no merece ser discutido.
En verano, la parte alta de la terraza de la tahona, sobre todo la parte de los gallineros, la dedicaban a realizar bailes entre aquellos amigos, a los que invitaban a muchos vecinos del barrio que alababan la simpatía y buen carácter de Efrén.
Efrén siempre se caracterizó por sus bromas y su alegría. Su voz cascada le daba una cierta personalidad a su forma de reír y de contar las cosas. Era muy querido por sus amigos y gozaba de todas las simpatías, no sólo en la calle de Arriba, sino en todo Orihuela. Esto, siempre lo pude escuchar de boca de mis padres y de sus amigos.
Muchos chascarrillos se contaban de los hermanos Fenoll, que además, con el sexo femenino, se volcaban en debilidades y ocurrencias graciosas y llenas de ese espíritu de requiebros que les dominaba.
Dicen que un día que los dos hermanos se dedicaron a dar un paseo por la ciudad, concretamente la famosa vuelta a los puentes, entraron en un bar donde solían ir, pues había allí una hermosa camarera detrás de la barra que tenía fama de simpatía y de favorecer con su gracia a cuantos clientes entraban a tomar unos vinos.
Cuando estaban dentro del bar, uno de los Fenoll cerró la puerta de la calle sin dejar de mirar a la tabernera. Un cliente que había en la barra les soltó un envite:
-¡Eh, tú!- deja la puerta abierta para que entre el sol, que hace falta.
Carlos, con absoluta normalidad, se volvió hacia el cliente y mirando a la hermosa muchacha contestó: -¡No, hombre, no!- es mejor dejarla cerrada para que no se escape la primavera que tenemos dentro.
Efrén era como un hermano mayor del grupo, quizás porque se veía en él una cierta responsabilidad y un aspecto serio allá donde los hubiera. Efrén, con su hermano Carlos, se ocupaba de la tahona y pocas ganas tenía de reuniones y lecturas en el alcabor del horno, cuando en realidad ellos dormían durante el día y trabajaban durante la noche. Jamás escuché de mis padres, junto con sus inseparables amigos: Guillermo Cañizares, Luis Pardines, Atanasio Die, etc. que hablasen de ese tipo de tertulias en la tahona. Es posible que el escritor Manuel Molina, mentor de semejante actividad, confundiera las reuniones para cenar entre amigos y los bailes que se hacían en la casa de Efrén, en el mismo horno, a los cuales, con toda seguridad, no asistían ni Miguel, ni los que se dedicaban a la literatura. Está por demostrar que la Tahona de los Fenoll se dedicase a ese centro cultural de tertulias, donde se leían poemas y se animaban unos a otros para escribir y publicar. De todas formas, creo que el hecho en si, carece de importancia y no merece ser discutido.
En verano, la parte alta de la terraza de la tahona, sobre todo la parte de los gallineros, la dedicaban a realizar bailes entre aquellos amigos, a los que invitaban a muchos vecinos del barrio que alababan la simpatía y buen carácter de Efrén.
Efrén siempre se caracterizó por sus bromas y su alegría. Su voz cascada le daba una cierta personalidad a su forma de reír y de contar las cosas. Era muy querido por sus amigos y gozaba de todas las simpatías, no sólo en la calle de Arriba, sino en todo Orihuela. Esto, siempre lo pude escuchar de boca de mis padres y de sus amigos.
Muchos chascarrillos se contaban de los hermanos Fenoll, que además, con el sexo femenino, se volcaban en debilidades y ocurrencias graciosas y llenas de ese espíritu de requiebros que les dominaba.
Dicen que un día que los dos hermanos se dedicaron a dar un paseo por la ciudad, concretamente la famosa vuelta a los puentes, entraron en un bar donde solían ir, pues había allí una hermosa camarera detrás de la barra que tenía fama de simpatía y de favorecer con su gracia a cuantos clientes entraban a tomar unos vinos.
Cuando estaban dentro del bar, uno de los Fenoll cerró la puerta de la calle sin dejar de mirar a la tabernera. Un cliente que había en la barra les soltó un envite:
-¡Eh, tú!- deja la puerta abierta para que entre el sol, que hace falta.
Carlos, con absoluta normalidad, se volvió hacia el cliente y mirando a la hermosa muchacha contestó: -¡No, hombre, no!- es mejor dejarla cerrada para que no se escape la primavera que tenemos dentro.

Solían juntarse en las terrazas de las casas, sobre todo en la zona de los gallineros, para celebrar bailes entre los jóvenes.
Efrén tenía una forma de hablar muy característica, su voz cascada y su agudeza en la conversación hacían de él como una especie de líder, al que todos seguían. Yo diría que Efrén era un inventor de palabras y que aún, recientemente, antes de su muerte, le gustaba utilizar términos salidos de su propia invención.
Cuando escribía a sus amigos en Orihuela solía dirigirse a uno de ellos con su nombre y al resto les llamaba “prola”. Siempre gustó de escribir cartas y de mediarse en ellas con un estilo ya olvidado por muchos.
Efrén estaba enamorado de Orihuela, de todos sus rincones y de todas sus cosas, como así lo dice de todo corazón en una de sus cartas escrita el 16 de junio de 1972 desde Valladolid.
Cuando escribía a sus amigos en Orihuela solía dirigirse a uno de ellos con su nombre y al resto les llamaba “prola”. Siempre gustó de escribir cartas y de mediarse en ellas con un estilo ya olvidado por muchos.
Efrén estaba enamorado de Orihuela, de todos sus rincones y de todas sus cosas, como así lo dice de todo corazón en una de sus cartas escrita el 16 de junio de 1972 desde Valladolid.