
La presente exposición, “Fuentes de una constancia”, pretende homenajear al alcoyano Juan Gil-Albert (1904-1994) con motivo del centenario de su nacimiento.
La muestra, concebida como una tupida red entretejida de relaciones personales, literarias e ideológicas, busca del visitante la complicidad necesaria para asomarse a poetas y artistas como el propio Gil-Albert así como Miguel Hernández, Manuel Altolaguirre, el poeta argentino Raúl González Tuñón y el escultor Alberto Sánchez, que unieron afanes comunes para ofrecer lo mejor de sus respectivas producciones a la causa republicana, durante los convulsos años de la preguerra (1935-1936). Estos dos agitados años sirven de hilo conductor de la exposición, en donde sobresale, por encima de las ruinas de la historia reciente de nuestro país, la convicción serena y firme de un grupo de intelectuales que apostaron por un caballo perdedor, pero, a la postre, ganador.
La sala que alberga la exposición conforma un conjunto conocido como “Rincón Hernandiano” al que también pertenecen la Casa Museo de Miguel Hernández y la sede de la Fundación que lleva su nombre.
La sala se compone de dos plantas dedicadas en su totalidad al citado homenaje a Juan Gil-Albert. La vigencia del legado estético y ético de Gil-Albert está basado en un modelo actual de conducta moralista y comprometida con el mundo que le rodea.
El libro que da titulo a la presente muestra supuso el inicio del reconocimiento de la obra gilalbertiana cuando el autor contaba ya con 68 años.
En la planta baja se hace un recorrido por su biografía a través de una serie de paneles explicativos y vitrinas en las que se muestra parte de su obra, así como revistas de la época.
También en esta planta se habla del primer encuentro con Miguel Hernández. Aparte del paisanaje, coincidieron en otro punto: el impresor.
En abril de 1936, y en casa de Manuel Altolaguirre, su casa-imprenta, ambos se encontraron por primera y casi única vez. Se intercambiaron con sendas dedicatorias, en las que expresaron su deseo de un trato mas vasto, un ejemplar de cada uno de los libros que las Ediciones Héroe de Altolaguirre acababa de lanzar:
El rayo que no cesa y Misteriosa presencia.
En la muestra puede leerse un interesante texto del poeta alcoyano sobre su paisano.
La planta baja se completa con un apartado dedicado a la politización de la vida cultural en los años previos a la guerra, produciéndose una progresiva radicalización de las posturas políticas, con sus consecuencias en la literatura. Juan Gil-Albert y el poeta de Orihuela son un ejemplo de la toma de conciencia por parte de los escritores de la situación social.
La segunda parte de la exposición, situada en la primera planta, se compone, por una parte, de la cronología del ilustre escritor e impresor Manuel Altolaguirre, cuyo centenario se conmemora este mismo año, y por otra de la relación de Miguel Hernández con Raúl González Tuñón y Alberto Sánchez.
Altolaguirre (1905-1959) fue el impresor mas prestigioso de los años 30, caracterizado por una inusual elegancia tipográfica y mucho espacio entre las estrofas de los poemas, y que introdujo en España el tipo de letra “Bodoni”. Una vitrina muestra diferentes revistas publicadas por sus imprentas en La Habana, México y Madrid.
Por otra parte, en esta primera planta se expone la estrecha relación literaria y la incuestionable influencia ideológica del argentino González Tuñón (1905-1974) sobre Miguel Hernández.
Puede observarse una fotografía inédita en España en la que, entre otras personalidades del mundo de la cultura, destaca la presencia del oriolano. La fotografía fue realizada con motivo del banquete de despedida a González Tuñón en Madrid el 20 de diciembre de 1935.
Por otra parte, tiene su espacio en la exposición la implicación del poeta oriolano en la llamada “Escuela de Vallecas”, de la que también fue miembro destacado Alberto Sánchez, pieza clave en la transformación ideológico-estética de Miguel Hernández.
La carta, inédita en España, de Miguel Hernández al poeta argentino Miguel Ángel Gómez, fechada en Madrid en marzo de 1936, también puede ser leída en la muestra.
En definitiva, se ha intentado tributar un homenaje a Juan Gil-Albert, vigente por encima de conmemoraciones puntuales, acompañado de sus amigos Miguel Hernández, Manuel Altolaguirre, Raúl González Tuñón y Alberto Sánchez, todos ellos zaheridos por el viento del pueblo.
Mariló Ávila
Antonio Peñalver