Carmen Manresa
Carmen Manresa es la hermana menor de Josefina Manresa. Conoció a Miguel siendo ella una niña y vivió multitud de agradables momentos con él, momentos que han quedado grabados para siempre en su memoria. Actualmente reside en Elche, pero en fechas cercanas realizó una visita a la casa natal del poeta, ocasión que aprovechamos para departir con ella.
¿Qué recuerdos le trae el volver aquí, a la casa donde vivió Miguel Hernández y que usted conoció siendo una niña?
Pues, la verdad, me siento como si fuera mi casa. Allí me acuerdo que dormían los padres de Miguel, y en esa otra habitación las hermanas. Su madre siempre estaba enferma, tenía asma. Llevaba un aparato que cuando tenía el ataque de asma se lo ponía en la boca, respiraba y descansaba.
¿Visitó muchas veces la casa?
Sí, sobre todo cuando venía Miguel de Madrid. Dos de mis hermanas y yo íbamos al colegio un poco más debajo de aquí, y solíamos pasar cuando salíamos para ver a Miguel. Él estaba siempre sentado en el suelo, junto a las higueras, apoyado contra ellas y escribiendo, siempre escribiendo. Cuando pasábamos, tirábamos unas piedrecillas y él nos abría la puerta; nos daba besos y nos preguntaba por Josefina. También nos daba higos de la higuera, y cuando venía a vernos en agosto nos traía uva. Antes de marcharnos, además de darnos unos racimos de uva, solía entregarnos un papelito con unos versos que escribía en ese mismo momento, para que se los diésemos a Josefina. Cuando nosotros le dábamos el papel a ella nos s decía que para qué habíamos ido, que lo íbamos a molestar. Pero a nosotras nos daba mucha alegría cuando Miguel venía, porque lo queríamos mucho y él a nosotros también. Incluso cuando él estaba preso en Alicante siempre nos refería algunas letras, como cuando decía ‘besos a las chiquillas’, y además siempre había una parte dedicada a nosotras al final en la que escribía ‘besos de vuestro padre, el más joven’, y firmaba.
¿Qué es lo que más recuerda de él?
Pues me vienen a la mente muchos recuerdos, pero si tuviese que quedarme con uno, éste sería lo cariñoso y buena persona que era. Por ejemplo, cuando iba a Cox, ya desde la glorieta, mientras se acercaba a casa de mi abuela, que era donde vivíamos todos, la gente iba llamándolo y saludándole; y los chiquillos iban corriendo a avisar a mi hermana de que Miguel venía. Todo el mundo lo saludaba, tanto mayores como jóvenes o niños, y él a ellos. Verdaderamente, fue una lástima lo que le pasó.
Tras la muerte de su padre, estuvieron viviendo con Josefina y Miguel ¿Cómo fueron aquellos días en Cox?
Miguel y Josefina tenían una casa pequeña alquilada en Cox, sólo disponían de una cama de matrimonio y una cuna. Allí me quedaba yo con Josefina y mis hermanas pequeñas dormían en casa de mi abuela, que estaba situada en la misma calle. Recuerdo que cuando, por la noche, Miguel venía de Madrid, mi hermana me decía: ‘Carmen, levántate que está aquí Miguel y vete a casa de la abuela’, pero Miguel le replicaba: ‘Déjala que hace mucho frío. Ponte tú en medio, yo en una punta y tú en otra’. Por la mañana Miguel me acompañaba a casa de mi abuela, eran tiempos muy difíciles porque no había mucho para comer. Por ejemplo, cuando tuvieron el primer hijo yo iba de Cox a La Murada, todas las mañanas, andando para traer leche de vaca para el niño, pero desgraciadamente murió por falta de medicinas.
¿Cómo cree que se le recuerda tantos años después? ¿Cree que la imagen que se tiene ahora de Miguel Hernández es la que se tenía antes?
Se le va recordando cada vez más. Le van haciendo cosas aquí y en muchos otros sitios. En muchos países hay centros que llevan su nombre. Cada vez lo van haciendo más. Era muy buena persona, muy compasivo con los pobres, y no fue nunca orgulloso.
¿Cómo vive desde Elche las actividades que se realizan en Orihuela? ¿Viene a los actos?
La verdad es que voy poco a los actos que se hacen. Voy a la Senda del Poeta o a los que tienen lugar en la Universidad únicamente. También estuve en la inauguración de la Fundación, años atrás, y estoy muy contenta de lo que se está haciendo por él. Pero también tengo que decir que nunca le llegarán a dar todo lo que merece. Miguel era una persona muy risueña, sencilla y buena con todo el mundo. Ha sido como un segundo padre para mí y mis hermanas, y solo tengo palabras buenas para él.
Rebeca Serrano
Óscar Moreno