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Rafael Alberti Merello nació en El Puerto de Santa Maria el 16 de diciembre de 1902, quinto de los seis hijos que tuvo el matrimonio de Agustín y María, nieto de bodegueros y proveedores de las cortes europeas.
En 1912 ingresa en el prestigioso colegio San Luis Gonzaga, de los jesuitas, de donde será expulsado. En 1917 su familia debe trasladarse a Madrid, donde visitará por primera vez el Museo del Prado.
Las copias realizadas de las grandes obras del Prado demuestran la pasión que Alberti sentía hacia este arte, hecho que le llevo a exponer sus obras, por vez primera, en el Ateneo de Madrid, y a participar posteriormente en el Salón Nacional de Otoño.
Tras la muerte de su padre se refugiará en la poesía y entrará en contacto con los que serían los padres de la generación del 27. Desde ese momento comienza a publicar sus primeros versos en diversas revistas.
En 1925 gana el Premio Nacional de Literatura con el libro Mar y Tierra, posteriormente llamado Marinero en Tierra, que será siempre su libro preferido, poseedor, según los críticos, de una frescura y atractivo difíciles de superar. En 1929 publicó Sobre los Ángeles, que sería junto con A la pintura y Retornos de lo vivo lejano la cima de su obra poética.
En 1930 se casa en Madrid con la escritora María Teresa León, con quien fundaría años más tarde la revista de literatura revolucionaria Octubre. Durante esta época tuvo lugar el primer encuentro entre Rafael Alberti y el poeta oriolano Miguel Hernández, en el que influyó con sus ideales comunistas. El poeta nunca separó su labor intelectual de su actividad política.
En 1936 interviene en la campaña por el Frente Popular y funda la revista El Mono Azul, signo de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Fue a principios de ese mismo año cuando tuvo lugar el desagradable acontecimiento de la detención de Miguel Hernández en Madrid. Esta detención suscitó una protesta publicada en el periódico El Socialista el 16 de enero de 1936 y que fue firmada por diversos intelectuales de la época, entre los que se encontraba el escritor gaditano.
Durante la Guerra Civil se enroló en la aviación republicana, y en el transcurso del asedio a Madrid participó con la Junta de Salvamento Artístico en la evacuación de las obras de arte del Museo del Prado para evitar su destrucción, hecho que le inspiraría la obra teatral Noche de guerra en el Museo del Prado, publicada en 1956.
En 1939, ante la inminente derrota del Gobierno republicano se ve obligado a salir de España, no sin antes advertir a Miguel Hernández del peligro que corría con su intención de volver a Orihuela. Ese sería su ultimo encuentro.
Se dirigirá a París, donde Pablo Neruda y su esposa los esperaban para brindarles su hospitalidad, aunque no fue su destino definitivo, ya que un año después deben salir huyendo hacia Argentina, lugar que les proporcionará uno de los periodos más felices de su vida y donde nacerá su hija Aitana. Fue allí precisamente donde, a través de una carta de Pablo Neruda, tuvo noticia de la muerte de Miguel Hernández. Él sería el primero en homenajearle en la revista argentina De Mar a Mar en diciembre de 1942.
Por su forma de morir, Alberti puso el sobrenombre a Miguel Hernández, junto con García Lorca y Antonio Machado, de “Los poetas del sacrificio”.
En su obra La arboleda perdida, una de las más autobiográficas, relata su dolor por la tierra abandonada y la desaparición de sus seres queridos.
A principios de los años 60 abandona Argentina para trasladarse a Italia, tierra de sus antepasados, y relegará su actividad poética en favor de la pintura. Desde allí realizará viajes a otros países, entre ellos Moscú, donde recibirá el Premio Lenin de la Paz en 1965 que, junto al Cervantes de Literatura en 1983, fueron los más preciados para él.
Por fin el 27 de abril de 1977, tras la muerte de Franco y el advenimiento de la monarquía democrática, regresa a España después de su largo exilio. Uno de los primeros sitios que deseo visitar al llegar a España fue el Museo del Prado y el Casón del Buen Retiro.
Fue requerido por el Partido Comunista para presentarse como diputado por Cádiz a las Cortes, realizando una singular campaña política por toda Andalucía. De esta manera presidirá, junto con Dolores Ibárruri (La Pasionaria), las primeras Cortes democráticas españolas, aunque pronto renunciará a su escaño para seguir siendo un poeta en la calle.
Los homenajes y premios, unidos a los recitales que inicia con Nuria Espert, se sucederán, infiriendo en su actividad literaria, lo que le obligará a llevar siempre en el bolsillo un cuaderno del que saldrán diversos libros.
En 1988 fallece Mª Teresa León, su compañera de toda la vida. Un año más tarde, en 1989, publica Canciones para Altair, una colección de poemas eróticos dedicados a la escritora valenciana María Asunción Mateo, que se convertiría en su esposa en el verano de 1990.
Fue ese mismo año de 1990 cuando asistió, en Orihuela y Alicante, al XLVIII aniversario de la muerte de Miguel Hernández, en el que recitó la elegía que, años atrás, el poeta oriolano dedicaría a su amigo Ramón Sijé.
El Puerto de Santa María se convertirá en su lugar de retiro, donde recreó su pasado y escribió el último volumen de La arboleda perdida. Con su muerte el 28 de noviembre de 1999 desaparece la última imagen viva de la mítica generación del 27.
La fundación que lleva su nombre, presidida por su mujer, se encarga de velar su legado literario y de difundirlo a través de las nuevas tecnologías de la información, etc.
Recientemente una conocida editorial barcelonesa ha iniciado la publicación de sus obras completas. El hermanamiento con la Fundación Cultural Miguel Hernández ha abierto diversas líneas de colaboración para transmitir las actividades conjuntas de ambas instituciones.
Avila Bernabeu, Mariló