Hemos Hablado...

Manuel Ramón Vera Abadía

“Josefina siempre le decía que por hacer versicos no iba a llegar a ningún lado. Al final obviamente sí llegó”

Manuel Ramón Vera Abadía, nació en Orihuela hace 38 años. Es licenciado en Historia por la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia. Ha sido Premio Extraordinario en Historia Moderna y Contemporánea. El motivo de esta entrevista tiene como objeto conocer más en profundidad la vida y la obra de Miguel Hernández mientras estuvo en el frente, que es el tema central del libro “Miguel Hernández en el laberinto de la guerra civil”, cuyo autor es nuestro entrevistado.

¿Qué significó para Miguel Hernández su nueva labor de tipo cultural de la tropa?

En principio, fue dar un salto cualitativo, porque quizá significó realizar menos trabajos de tipo manual. Hay que recordar que cuando se alista, se va a ocupar en labores de fortificación, lo que hoy conoceríamos como zapador, ingeniero. Estaba excavando zanjas en las cercanías de Madrid, lo que entonces constituía el frente de Madrid, y él hizo una cosa que estaba muy mal vista en aquellos momentos, porque esas labores de fortificación se encargaban por un lado a lo que eran batallones disciplinarios, por un lado gente que había cometido algún tipo de falta o delito menos grave y por otro lado se utilizaban para pulir a gente que era algo tibia, reacia al régimen republicano para tratar de ablandar esos ánimos. Como digo fue algo importante porque quizá significó que él dejara de hacer este tipo de labores más esforzadas, más de tipo manual y que se dedicara por un lado a seguir cultivando en cierta forma sus capacidades y a hacer algo que le gustaba todavía más.

¿Por qué cree que Miguel Hernández no prefirió un destino en el frente, cómodo y fácil como otros intelectuales de la época?

Pienso que en principio tuvo una entereza personal, fue como diríamos hoy en día una persona de una sola pieza, y no acudió como tú bien dices en principio a ninguna amistad para que pudiera librarse o recibir un destino cómodo. Él era consciente de que iba a ser un conflicto muy sangriento y que había que arrimar el hombro. A nivel de lo que podía ser un intelectual hasta ese momento, sino a cualquier otro de los apartados de la sociedad, que era gente un tanto tibia que procuraba bien no alistarse o en caso de ir al frente tratar de tirar del enchufe o la amistad que fuera para estar lo más alejado de la primera línea por lo que hay muchos casos en que lo valoraron mucho y esas personas lo que hacían simplemente era un guiño hacia lo que ellos consideraban como la burguesía, la derecha y no podían estar tan bien valorados como Miguel. Podemos ver por ejemplo el caso de Rafael Alberti o alguien también tan cercano a nosotros como Juan Gil-Albert eran vistos por la tropa como una especie de señoritos que sí hacían cosas a favor de la República, pero que no estaban tan implicados ni tan metidos, ni se les podía ver tan de cerca en el frente como a nuestro poeta Miguel.

¿Cómo pudo en condiciones tan adversas desarrollar una tarea tan importante?

La verdad es que era algo difícil, el propio Antonio Aparicio que actuó digamos de secretario, de asistente en el frente, daba unas pistas de cómo se podía trabajar.

Lo cierto es que de Miguel cuando se habla de su tarea en el frente quizá no deberíamos hablar de corresponsal, aunque se le menciona, se le da esa denominación, sino de una especie de enviado porque lo que elabora en el frente, hay que decir que en aquellos momentos no había una infraestructura como se conocía hoy día lo que es la prensa de guerra para enviar sus crónicas, no habían lógicamente ordenadores portátiles y comunicaciones vía satélite y entonces era todo como muy primitivo, ni siquiera se había llegado a utilizar en muchos campos la máquina de escribir en primera línea, como pocos años después se llegará a ver en muchas películas de propaganda en el bando aliado, que era como una cosa muy artesanal, de su lápiz, de su carpeta y de su cuartilla y elaborar la crónica en el momento, porque no caían bombas o no había tiroteos en la trinchera donde se encontraba. Él estuvo siempre en primerísima línea y muchas de sus composiciones le vienen sugeridas precisamente por las carnicerías, que estaban ocurriendo en esa primera línea, los tiroteos, bombardeos y cualquier salvajada que, como en cualquier guerra que haya, se dan.

¿Qué le movería a anteponer sus ideales a su propia familia, cuando demostró que les amaba tanto?

Precisamente yo creo que antepuso sus ideales a su propia familia, pensando que esos ideales eran suficientemente buenos como para eso y que podían contribuir a mejorar la situación de su familia, del país y que eso es lo que le lleva a luchar hasta el final. Él era muy consciente de lo que estaba pasando, de las limitaciones existentes en el bando republicano, y de lo que a nivel personal podía sucederle, porque sobre todo en ese momento se le había muerto un hijo, su mujer estaba embarazada esperando otro. Él está viendo que el panorama es muy negro y que en Europa no corren precisamente unos vientos propicios siquiera para la paz, el entendimiento y para la defensa del régimen republicano. Por otro lado hay levantamientos en distintos frentes y el bando nacional no consigue vencer en todos los sitios. En esos momentos iniciales antepone sentimientos de alegría, es que tengo que quedarme en Orihuela y tengo una novia y me voy a casar en cuanto pueda. Él piensa que hay que irse, que hay que dar el todo por el todo.

¿Por qué su esposa Josefina Manresa no supo nunca valorar su trabajo?

Yo pienso que quizá fue la falta de preparación. Ella fue una persona que por su situación personal, cultural, se puso muy pronto a trabajar para ayudar a su familia; su padre fallece, era guardia civil, ahí están los primeros compases de la guerra civil, su madre estaba muy enferma, tenía varios hermanos, algunos más pequeños que ella y entonces tuvo que ponerse a trabajar desde muy joven. Ese abandono temprano de los estudios generó su incomprensión, ella muchas veces le achacaba al que después sería su marido, a Miguel lo más conocido, su faceta poética. Siempre le achacaba que esos versicos, entre comillas, no les daría ningún beneficio. Incluso el propio Miguel en algunos momentos estaba centrado en la faceta teatral, que muchas veces es lo que hacía triunfar a los literatos en España o bien las novelas, porque eran cosas que se publicaban y generaban beneficios. Siempre le decía que por hacer “versicos” no iba a llegar a ningún lado. Al final obviamente sí llegó.

¿Tuvieron los demás géneros literarios, cultivados por Miguel Hernández, como por ejemplo, su teatro y sus demás obras escritas en prosa, el mismo éxito que sus obras en verso?

Principalmente a Miguel Hernández se le conoce por su faceta poética, de hecho fue el banderín de enganche cuando, en los años de franquismo, Joan Manuel Serrat sujeta a compás muchos de sus textos en muchas de sus canciones y muchas de las personas que empiezan a peinar canas y tienen hijos un poco mayores, por un lado para darse ínfulas de ser cultos y por otro lado para utilizarlas en los banquetes, para arrimarse y empezar a conquistar a las chicas de sus sueños. Quizá la poesía es lo que más fama le ha reportado y en segundo lugar habría que hablar de su teatro, que era bastante bueno en el que se nota esa evolución clara, con experimentación en distintos ámbitos. Esas dos facetas, como digo, primero poesía y después teatro, son las que más importancia tenían y eran muy conocidos y después de forma marginal ha quedado su prosa, tanto lo que son artículos y después lo que aparece en la prensa de guerra y otros tipos de artículos con los que trató ese esfuerzo de la guerra y propaganda, que quizá son los menos conocidos. Como te decía aparecen en la prensa de guerra, una prensa que está destinada a circular sólo en la línea del frente, en la primera línea y la participación en un diario de tirada muy amplia, como el diario “ El Sol”, en el que tuvo que colaborar con algunos intelectuales e incluso por eso sería más conocido en esas colaboraciones y en el diario de “La Verdad”, en el que precisamente surgió una publicación de ese primer libro, Ediciones Sudeste.

¿Cree que la música de Joan Manuel Serrat ha contribuido a una mayor difusión de la poesía de Miguel tanto en España como fuera de ella?

Yo creo que sí, es lo que yo te decía hace un momento, en un momento en que sus obras estaban proscritas, había que buscar por ahí un librero que te las importara y que tuviese un poco de tapadillo. Es lo que van tratando de hacer poco a poco, a sujetarse al compás en sus discos con un cantante con la categoría de Serrat, que fue seleccionado para participar en representación de España en el festival de Eurovisión y hacer que esa figura y esa producción de nuestro poeta se fuera conociendo más y mejor.

¿Influyó en la vida y obra de Miguel Hernández su amistad con algunos poetas de la generación del 27 y en especial con Vicente Aleixandre?

Sí, específicamente Vicente Aleixandre fue una de sus amistades más valiosas y cuando estaba en el frente de Madrid, él acudía cada vez que podía, ya que las comunicaciones en la sierra de Madrid y la zona en que Vicente estaba viviendo eran bastante complicadas y cuando se atrevía a visitarle (ya sabemos que Vicente padecía una enfermedad renal que la tuvo toda su vida) y Miguel también con esa personalidad tan arrolladora y a veces distendida, procuraba siempre que podía acercarse a llevarle alimentos, medicinas, incluso colaboró en el traslado de su casa cuando fue bombardeada. El propio Vicente lo cuenta. Hay otro pasaje que se cuenta también muy famoso de las naranjas de Orihuela, y que Miguel en vez de comérselas o repartirlas se las llevaba para que Vicente siempre tuviera ese aporte vitamínico que siempre se necesitaba y sobre todo en el caso de una persona enferma y en esos últimos momentos en que todo se desmoronaba, Miguel intenta huir, quizá también el regalo de boda que le hace Vicente, un reloj de oro y cuando intenta cruzar la frontera, unos gendarmes le dan una soberana paliza y le hacen confesar que ese reloj no es suyo y que es robado y Miguel ya ha sido apresado y a partir de ahí empezará su calvario particular.

¿Cree que este libro, “Miguel Hernández en el laberinto de la guerra civil”, le ha servido al público para conocer más y mejor la vida y la obra de Miguel Hernández?

Pues espero que sí le haya servido, pues como te decía hace un momento, se trata de arrojar un poquito de luz, sobre esa faceta que todavía estaba bastante oculta. Quién no conoce la poesía, quién no ha recitado o se ha emocionado cuando se le ha ido recitando la elegía a Ramón Sijé, el poema del niño yuntero o quién no ha asistido a una representación de sus autos sacramentales o ha visto algún otro acto de sus funciones teatrales. Son muy pocos los que han leído algunos de sus artículos, que publicó tanto en la prensa normal como en la de guerra, artículos que tienen bastante calidad. Sobre todo a mí me gustó desde el principio los artículos que se gestan en torno a la toma del Santuario de Nuestra Señora de Santa María de la Cabeza, y ahí es donde él dice lo que para él es un periodista en primera línea que toma nota fehaciente de todo y que se dedica a implicarse y se refleja lo que es verdad.

¿Qué es lo que le ha motivado a llevar a cabo actividades tan diversas?

Muchas veces han surgido en el lugar y momento adecuados.
Te haces que, conforme veas posibilidades un poco conjuntamente lo que te deja hacer el sitio en el que estás, tus capacidades personales.

El trabajo que está haciendo en la actualidad, ¿tiene relación con Miguel Hernández?

Ahora mismo en parte sí, porque estoy preparando un artículo y una publicación que está interesada en recoger un número y que saldrá en los meses de otoño y al mismo tiempo he vuelto a rejuvenecerme en un momento y he vuelto a estudiar, a preparar oposiciones. Tal vez trato de compaginarlo todo un poco.

David Rodríguez Ferrández
Subir