LA ORIHUELA DE MIGUEL HERNANDEZ
Sobre la Orihuela de la época de Miguel Hernández se han hecho, como manifiesta el profesor Muñoz Garrigós, muchas descripciones o teorías: desde las de tipo vivencial y poético -entre ellas hay que destacar la literaria creación de la Oleza mironiana y, ya en un tono menor, las de José María Ballesteros y Antonio Sequeros-, hasta las minuciosamente críticas y científicas, como la de Vicente Ramos. ‘Pero, sea cual fuere su perspectiva, todos ellos han iniciado en tres aspectos básicos desde el punto de vista de lo sensorial: la luz, el aroma y el silencio. En el plano de lo cultural, la esencia ciudadana de Orihuela se asienta en dos pilares: la religiosidad y el barroquismo, entendido éste como canon de vida y pensamiento’. En el presente artículo, daremos unas breves pinceladas de la Orihuela desde el comienzo del siglo XX hasta llegar al comienzo de la guerra civil, pero más desde el punto de vista histórico, político y social.
de belleza henchidos, verdes la circundan;
músicas la ofrecen plúmeos clarines;
flores, resplandores y aromas la inundan’
(Miguel Hernández)
En el primer tercio del siglo XX, la ciudad era una urbe que había vivido sus momentos de esplendor en épocas pretéritas y había ido cediendo importancia ante el impulso de otros centros de decisión. Orihuela era el fruto de la aglutinación secular de elementos como el conservadurismo político, la aristocracia agrícola, las instituciones educativas y la tradición eclesiástica. Estos factores habían ‘forjado el carácter de los oriolanos, su peculiar modo de ser’, como señala Muñoz Garrigós.
Todos estos elementos se concretaron en la expresión espontánea de una cultura que resumía en fórmula unitaria las tendencias más dispares y las ideologías más encontradas, según los profesores Muñoz Garrigós y Guillén. Las progresistas eran minoritarias y estigmatizadas, pudiéndose localizar su origen en la inquietud intelectual y en el inconformismo de un núcleo de jóvenes, como Miguel Hernández, cuyas edades no llegaban a la treintena.
Con una cultura específicamente engendrada en la tradición histórica y la situación geográfica, y en la cual se entremezclan estrechamente lo rural y lo urbano, es fácil que surgiera la inquietud espiritual y se intensifique la capacidad de percepción sensorial, y que todo ello se traduzca en la aparición de estas vocaciones, como las de Miguel Hernández, Carlos Fenoll, Ramón Sijé, Gabriel Sijé o Jesús Poveda. En este ambiente cargado de nostalgia y de emotividad se cuajó la personalidad política, humana y poética de este importante grupo de narradores, ensayistas, dramaturgos y poetas, que prueba con holgada suficiencia la constante de este signo vocacional.
En 1923, se instauró en España la Dictadura del general Primo de Rivera, Miguel Hernández ya tenía 13 años y Orihuela era una pequeña ciudad detenida en el tiempo, donde pervivía la figura del cacique y las fiestas religiosas marcaban el transcurrir del año. La electricidad y el automóvil ya estaban presentes en la vida ciudadana. Sin embargo, la industria y la transformación agrícola eran casi inexistentes. Contaba la ciudad con unos 15.000 habitantes. Urbanísticamente, después de bastantes décadas de estancamiento, la ciudad sufrió interiormente reformas importantes a finales de los años veinte, al ser dotada de nuevas infraestructuras, bajo la alcaldía de Francisco Díe Losada, en plena Dictadura. Así, se revitalizó la ciudad con las obras promovidas (diversos ensanches, aperturas y pavimentaciones de calles, las construcciones del jardín de la Plaza Nueva, Casa de Socorro, Lonja, Cuartel de remonta y cría caballar y Fábrica de la seda y la restauración de la Casa Consistorial). Orihuela estaba bien comunicada por ferrocarril y por varias líneas de automóviles por carretera, según se afirmaba en la prensa.

No obstante, desde los periódicos se venía pidiendo la necesidad de instaurar nuevas escuelas: ‘Consideramos el problema de la instrucción, sobre todo la primaria, uno de los de más vitalísima importancia para la vida del pueblo’, como se comentó en el semanario Actualidad. A fines de 1928, el Consistorio aprobó la construcción de tres grupos de escuelas graduadas en el casco urbano y catorce de carácter unitario en las partidas rurales. También se reclamaba la construcción de un nuevo puente, un campo de deportes y la red de alcantarillado, así como resolver los problemas derivados del cáñamo y del abastecimiento de aguas potables.
La vida social y cultural de la Orihuela de entonces giraba en torno a las exposiciones, conferencias y otras actividades que se organizaban en los salones de la Caja de Ahorros de Nuestra Señora de Monserrate, del Círculo de Bellas Artes y de la Unión Mercantil, así como las ofertas de cine, teatro y otros espectáculos del Palace-Cinema, Salón Novedades, Teatro Circo y del Casino Orcelitano. También fue importante la sociedad ‘Amigos del Pueblo’, que convirtió la ‘Casa del Pueblo’ en otro foco cultural por sus continuas actividades, cuidando que tuvieran un componente pedagógico para el público destinatario: los trabajadores. A finales de 1928, el Ayuntamiento ofreció el antiguo edificio de La Caridad para que en él se instalara la biblioteca que se radicaba en el Colegio de Santo Domingo, con el objetivo de que tuviera carácter municipal.
Era la época donde otro oriolano ya apuntaba alto: el joven barítono Pedro Terol estudiaba en Milán, pensionado por la Diputación Provincial y el propio Ayuntamiento de Orihuela. Por otra parte, el nuevo juego del ‘football’ venía haciendo auténtico furor entre los jóvenes oriolanos; no sólo se jugaba en los campos de ‘La Olma’ o ‘Los Andenes’, sino también en terrenos de juego improvisados en cualquier plaza o calle de la ciudad, mientras saltar a la comba era la principal diversión de los más pequeños y el ‘tiro de pichón’ de los más mayores. Se estilaba también pasear en el marco Andenes-Estación de ferrocarril, dar ‘la vuelta a los puentes’ y escuchar las melodías interpretadas cada tarde de domingo y día festivo por la Banda Municipal en el templete de la glorieta. También escuchar la radio empezó a ponerse moda a finales de los años veinte, ganando adeptos muy rápidamente, sobre todo después de que en 1924 se autorizaran a nivel oficial las emisiones en España.
Políticamente, la Dictadura, según algunos historiadores, proporcionó cierto bienestar material, dio impulso a las obras públicas y acabó con el terrorismo, aunque sectores de la prensa, la política y el pueblo pedían reiteradamente la convocatoria de elecciones y la apertura del Parlamento para exigir responsabilidades, como señala otro grupo de investigadores. Por su parte, la Iglesia, tras la derrota del Carlismo, llegó a un acuerdo con la dinastía alfonsina y sus privilegios fueron respetados por la Dictadura de Primo.
Pero la presión consiguió finalmente la caída del militar el 28 de enero de 1930. Por esta razón, en Orihuela, también dimitió pocos días después el alcalde Díe Losada, tras cinco años en el cargo. A Primo de Rivera le sustituyeron cronológicamente, en el Gobierno de España, los militares Dámaso Berenguer y Juan B. Aznar, siguiendo vigente el régimen dictatorial. Aunque se suspendió la censura previa, continuaron las protestas estudiantiles en casi todas las universidades, las huelgas y las sublevaciones militares a favor de la República. En Orihuela, mientras el periódico Renacer elogiaba la fuerza de las centrales sindicales y el éxito de sus huelgas, el semanario El Pueblo de Orihuela pretendía desprestigiar el poder de convocatoria de los huelguistas revolucionarios. En febrero de ese año, en la revista oriolana Destellos, se decía: ‘resurgir de juventud, juventud que piensa, juventud que lee, juventud que trabaja. Despierta ahora, Orihuela dormida. Eso es una esperanza. Optimismo puro. Y es también una lección: la escuela y la despensa’, como propugnaba Joaquín Costa.
Tras Díe Losada, al frente del Consistorio oriolano estuvieron cronológicamente Antonio Ferrández Vilella y Antonio Balaguer Ruiz. Este último gobernó hasta abril de 1931, cuando dejó su cargo a raíz de que, en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, ganara la coalición republicano-socialista y el rey Alfonso XIII se viera obligado a exiliarse. La marcha del monarca aconteció sólo dos días después de los comicios. Pero el advenimiento de la II República provocó nuevos problemas y tensiones entre el Gobierno, la Iglesia y las diferentes opciones políticas.
El nuevo régimen político produjo en cambio el choque de las viejas y tradicionales convicciones con las nuevas y revolucionarias ideologías políticas. Debía abordar temas como la reforma agraria, los nacionalismos, las relaciones Iglesia-Estado, la organización del Ejército ..., pero no se pudo realizar por la crisis del año 1929 y los problemas internos de orden público. Como señalan los profesores Guillén y Muñoz Garrigós, la implantación de la República tuvo una fuerte repercusión no sólo en España sino también en Orihuela, como era de esperar. La Iglesia, ferviente defensora de la Monarquía, no encajó bien la venida de la República.
En nuestra ciudad existía una estructura social patriarcal. Debido a su fisonomía agraria, el caciquismo estaba a la orden del día, así como la marginalidad social y un pequeño movimiento obrero, que fue creciendo, debido en cierta medida a la labor del semanario socialista local Renacer, publicación de espíritu crítico, rebelde e idealista, con base intelectual importante -como el redactor Antonio Sequeros-, que contribuyó a dar ‘un aldabonazo a las adormiladas y sumisas conciencias de los oriolanos’, como afirmaba uno de sus editoriales.
En estas elecciones municipales, que provocaron la caída del rey, el periódico Renacer denunció que ‘Orihuela no manifestó en las urnas el ansia de un cambio de régimen porque el caciquismo es dueño y señor de vidas y haciendas y no permitió que, con sus coacciones de la mayor calaña, los ciudadanos se manifestaran libremente el 12 de abril de 1931’. Al día siguiente, la Casa del Pueblo de Orihuela enarboló la bandera tricolor al conocerse el resultado electoral en las diversas poblaciones y el día 14, ‘desde su balcón, los señores Ricardo García, José Ortiz, José María Sarabia y José Escudero Bernícola proclamaron la República ante una ovación ensordecedora’. A continuación, se inició una manifestación, ‘que comenzó con los acordes de ‘La Marsellesa’, interpretada por la Banda Municipal a instancias del último alcalde de la Monarquía, Antonio Balaguer, cuya conducta ese día borró parte de su desacertada gestión al frente del pueblo de Orihuela, que se echó a la calle para manifestar su regocijo por la caída del régimen. Tras la bandera tricolor, una masa que no bajaría de 6 a 7 mil personas, que portaban múltiples banderas rojas afianzadas por los obreros socialistas. Los vivas se sucedían y el orden fue en cada momento perfecto, llegándose hasta el barrio del Rabaloche’. Entre los intelectuales y escritores oriolanos, este advenimiento fue bien recibido, sobre todo por Ramón Sijé, que escribió en Destellos que ‘la proclamación viene a resucitar abiertamente el temperamento heroico y altamente generoso del noble pueblo español’.
La instauración de la II República iba a manifestarse en Orihuela no sólo con el protagonismo que pasaron a tener las izquierdas sino también con una mayor iniciativa social y cultural, destacando en este apartado la aparición de muchas publicaciones periódicas. En Orihuela surgieron ‘Voluntad’, ‘Destellos’, ‘Renacer’, ‘El Clamor de la Verdad’, ‘El Gallo Crisis’ o ‘Silbo’, que se unieron a otras muchas ya existentes en la ciudad, entre las que destacaban ‘La Lectura Popular’, ‘Actualidad’ o ‘El Pueblo de Orihuela’. En estos años se fue cuajando la personalidad política, humana y poética no sólo de Miguel Hernández, sino también de otros oriolanos, como los hermanos José y Justino Marín Gutiérrez -Ramón y Gabriel Sijé-, Carlos Fenoll, Jesús Poveda y los hermanos Francisco y José María Pina. Todos ellos ejercieron de promotores, directores y redactores de las publicaciones citadas, dejando en ellas una buena parte de su creación literaria.
Además, hay que reflejar como nota curiosa la inauguración, durante la celebración de la Fiesta del Primero de mayo del año 1931, de una biblioteca pública en la Glorieta, inaugurada por el alcalde. Tras Balaguer, pasó a presidir el Consistorio oriolano el republicano Ricardo García López, al que dos meses después sucedió, tras unas nuevas elecciones municipales, el también republicano José María Lucas Parra.
El triunfo las fuerzas de izquierda y centro, en las elecciones generales a Cortes Constituyentes del 28 de junio de 1931, supuso la aprobación de la nueva constitución republicana, que contenía cláusulas anticlericales. Por este motivo, comenzó a crecer la hostilidad de la Iglesia y muchos católicos comenzaron a conspirar para derribar el nuevo régimen. Los Sindicatos Agrícolas Católicos se esforzaron en la contrarrevolución para ganar el campo a socialistas y anarquistas y paliar los efectos del desarrollo del capitalismo en la agricultura, fundamentalmente en cuanto a la proletarización de pequeños propietarios, arrendatarios y aparceros. Pese a la fisonomía de la ciudad de Orihuela y su municipio, este hecho no tuvo tanta repercusión como en otras partes del país. Jesucristo Riquelme define como ‘aplastante’ el poder de los sindicatos obreros católicos en nuestra ciudad. ‘Orihuela era la ciudad levítica acertadamente descrita por Miró, con un sentimiento de lo religioso estrictamente tradicional y heredado, con muy poco de reflexión personal sobre el tema y un mucho de inercia colectiva’, en palabras de Muñoz Garrigós.

Los cambios en el apartado religioso sí fueron más palpables. Ude las consecuencias del nuevo Régimen fue la disolución el 23 de enero de 1932 de la Compañía de Jesús. Esto provocó en Orihuela otro acontecimiento que tuvo gran influencia en el desarrollo cultural oriolano: la expulsión de los jesuitas y el consiguiente cierre del Colegio de Santo Domingo. Todo ello trajo como secuela la creación del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza. Pastorales como la publicada por el cardenal Segura, interpretada como antirrepublicana y como una intromisión de la Iglesia en los asuntos del Estado, desataron fuertes tensiones políticas y sociales, reflejadas en incendios de iglesias, conventos y centros docentes religiosos en Madrid y otras provincias.
En el grupo formado por Miguel Hernández, los hermanos José y Justino Marín Gutiérrez -Ramón y Gabriel Sijé-, Carlos Fenoll y Jesús Poveda, entre otros, había tanto trabajadores como intelectuales. En palabras del profesor Muñoz Garrigós, dentro del grupo hubo al comienzo una armoniosa convivencia entre quienes sostenían las ideologías progresistas y quienes se inclinaban por las más conservadoras, porque habían compartido educación en el Colegio de Santo Domingo: ‘El hecho de que los hábitos de convivencia entre ellos fuesen muy anteriores a la diversificación en la praxis histórico-política facilitó enormemente no sólo la comprensión entre ellos sino también la amistad y el afecto personal mutuo’.
Durante 1932 prosiguieron en España las convulsiones políticas y las posturas políticas fueron distanciándose hasta radicalizarse. En Orihuela, el incidente registrado en octubre de ese año, durante el homenaje a Gabriel Miró, entre el derechista Ernesto Giménez Caballero y los republicanos oriolanos, es significativo de la tensión política que empezaba a vivirse. Entonces era alcalde de nuestra ciudad Alberto Escudero Bernícola.
La CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) logró el triunfo en las elecciones municipales del 25 de abril de ese año. Desde el 8 de junio de 1933 la alcaldía oriolana recayó en David Galindo Martínez. En septiembre dimitió Azaña y Martínez Barrio se convirtió en nuevo presidente del Gobierno. Este convulso año finalizó con la victoria de la CEDA en las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933. David Galindo Martínez fue sucedido en abril de 1934 por Ricardo García López al frente del Ayuntamiento oriolano y, en octubre, Lerroux se convirtió en nuevo jefe de Gobierno tras la dimisión de Samper. Pocos días después tuvo lugar la huelga general de Asturias con una fuerte represión. Durante el Gobierno de Gil Robles, las diversas fuerzas políticas se polarizaron en dos bloques antagónicos. Los derechistas querían evitar la revolución y los izquierdistas oponerse a una dictadura fascista.
Con la llegada de 1936, la situación política y social era muy tensa. El 7 de enero se disolvieron las Cortes. El clima que rodeó a las elecciones generales del 16 de febrero de ese año fue un preludio de guerra civil. En las elecciones, triunfó el Frente Popular (coalición de Izquierdas) y esto no hizo más que acrecentar las graves tensiones políticas hasta radicalizarse las posturas con enfrentamientos entre las organizaciones obreras y grupos falangistas. En Orihuela y su entorno, como dicen los historiadores oriolanos Mariano Cecilia y Gemma Ruiz, ‘hubo fuertes enfrentamientos entre las opciones de izquierda y derecha, como se observa en la propaganda post-electoral de febrero de 1936. Tristemente, estas confrontaciones se llevaron a la calle con asesinatos, ocupaciones de fincas por parte de algunos agricultores y una fuerte amenaza de saqueo y destrucción en iglesias y edificios públicos. Se controló a todos aquellos que supuestamente atentaban contra la República y se incautaron armas a personas no afines al régimen’. Los continuos cambios de alcalde al frente del Consistorio oriolano fueron habituales en los meses previos a la guerra civil. Desde enero a julio de 1936 rigieron la ciudad Baldomero Giménez Giménez, David Galindo Martínez y Francisco Pérez Oltra.
La guerra fratricida estaba cerca. La violencia callejera se convirtió en algo habitual, con asesinatos diarios de izquierdistas, anarquistas y derechistas. Esta violencia también se trasladó al Congreso hasta que el 18 de julio de 1936 se produjo el golpe de Estado militar del general Franco, comenzando la guerra civil. Los militares sublevados contaron con el apoyo de las fuerzas de derecha, carlistas, tradicionalistas, la CEDA y la propia Iglesia católica, que legitimó el pronunciamiento bautizándolo de ‘cruzada’. El país quedó dividido en la España republicana y la España sublevada o ‘nacional’. Orihuela permaneció dentro de las fuerzas gubernamentales bajo el control del Comité de Enlace Antifascista -que reemplazó al Ayuntamiento en los primeros días de la guerra-, presidido por Amado Granell Mesado y en el que estuvieron, entre otros, Augusto Pescador y Ramón Pérez Álvarez.