ARTÍCULOS DE OPINIÓN

Sobre poetas, diplomáticos, espías y circos (I)

Hemos de destrozaros en vuestras legaciones,
en vuestros escenarios, en vuestras diplomacias.
“Los hombres viejos”

Miguel Hernández

En uno de los capítulos del libro de memorias -Sobre todo Madrid-1, de Luis Enrique Délano, el autor nos sitúa en la capital española la tarde del 18 de julio de 1936. La noche anterior se había desatado el alzamiento militar contra el gobierno republicano. Délano, que ejercía como diplomático adjunto a Pablo Neruda, Cónsul de Chile en Madrid, recuerda cuando volvían a la Casa de las Flores: Esa misma tarde deben de haber comenzado a repartir armas al pueblo, porque en la noche, cuando íbamos, Pablo [Neruda], [Acario] Cotapos y yo en un taxi, nos detuvieron frente a una organización proletaria algunos obreros armados de fusiles y pistolas. Nos identificamos y seguimos.

Neruda también evoca esa noche en Confieso que he vivido2: Todo empezó para mí la noche del 19 de julio de 1936. Un chileno simpático y aventurero, llamado Bobby Deglané, era empresario de catch-as-can en el gran circo Price de Madrid. Afirma a continuación que convenció a Federico García Lorca para que lo acompañara al circo a verificar la autenticidad de ese deporte. Pasarían el rato viendo las truculencias del Troglodita Enmascarado, del Estrangulador Abisinio y del Orangután Siniestro. Federico faltó a la cita. Ya iba camino de su muerte. Su cita era con otros estranguladores.

Neruda escribió sus memorias casi treinta años después de los sucesos. Es justificable que tengan algún lapsus. En rigor, Bobby Deglané no era empresario, era el animador de los combates de "catch" en el Circo Price de Madrid. La noche a la que se refiere Neruda, seguramente es la del 18 de julio, día sábado. El domingo 19 ya existía un clima bélico en la ciudad y se asediaba el Cuartel de la Montaña. No era esa una noche apta para salir de casa a una función de circo. Por otra parte, es sabido que García Lorca viajó a Granada la noche del 13 de julio. Si aceptamos estas licencias, tenemos que: en la noche del sábado 18 de julio de 1936, Neruda, Luis Enrique Délano y el músico chileno Acario Cotapos, acudieron al circo Price, pero la función se había suspendido. Volvieron en un taxi a la Casa de las Flores, vivienda del poeta y sede del consulado de Chile, con la anécdota de la detención que señala Délano en sus memorias.

Como sabemos, lo que comenzó ese día fue una cruenta guerra civil que duró casi tres años. La tensión del ambiente en Madrid cambió los usos y costumbres de su gente y la representación diplomática chilena no fue ajena a este cambio. Desde los primeros días de guerra, las visitas que acudían al Consulado se hacían más y más extrañas y con ofrecimientos extremadamente generosos. Por esos días la protección de bienes inmuebles y vehículos bajo la bandera de algún país extranjero, se pagaba a precio de oro. A Neruda y a Délano les ofrecieron desde mansiones en el centro de la ciudad, para instalar el consulado, hasta lujosos automóviles para el uso de ambos diplomáticos. Una bandera chilena, o de otro país, los salvaba de la temida requisición en tiempo de guerra. En otras ocasiones aparecían personajes que acudían al consulado para legalizar una supuesta nacionalidad chilena que, en la mayoría de los casos, no existía. Los visados para salir del país y entrar en Chile era otro "producto" que tenía su precio en oro. La integridad moral de los dos funcionarios nunca fue tentada, aunque, ciertamente, en más de un consulado o embajada se otorgaban visas y pasaportes muchas veces recompensados de forma generosa.

Neruda y Délano, por ordenes superiores, abandonaron Madrid el mismo día que lo hizo el Gobierno republicano. Sin embargo, la adscripción de ambos a la causa democrática fue inmediata. Délano llegó a Chile a comienzos del año 1937 y unió su trabajo al de los grupos de solidaridad con la España leal. Neruda, por su parte, se quedó unos meses en Francia donde dedicó gran parte de su tiempo a la organización del ya mítico II Congreso de Intelectuales, celebrado en Valencia, Barcelona y Madrid. Esta labor, además, se reflejó en importantes obras literarias. De Luis Enrique Délano son los libro de crónicas y memorias; 4 meses de guerra civil en Madrid y el ya citado Sobre todo Madrid. De Neruda es España en el Corazón, además de poemas, prosa y conferencias recogidas en diferentes publicaciones.

Otra era la situación en la Embajada chilena en España. Desde los primeros días de la rebelión, el Embajador Aurelio Núñez Morgado, hizo sentir abiertamente su inclinación por la causa rebelde. Convirtió la embajada, situada entonces en la calle Prado Nº 26, su casa y las de sus amigos, en un hervidero de asilados. Entre los que destacaban aristócratas rebeldes, dirigentes de los partidos de derecha, espías y quintacolumnistas.

En el año 1941 se publicó en Argentina el libro, Los sucesos de España vistos por un diplomático3, de Aurelio Núñez Morgado. En él, el embajador repasa con detalle su desempeño durante la contienda y da su particular visión sobre los orígenes del conflicto español. Refiriéndose al levantamiento de los mineros asturianos, señala: El socialismo preparó la revolución en toda España con la cooperación y ayuda que pudo encontrar. En Cataluña, naturalmente, contó entre sus aliados a los separatistas. La revolución estalló el 4 de octubre de 1934. Vencida fácilmente en Barcelona, donde el Presidente de la Generalidad Luis Compayns (sic), imploró piedad para él y sus amigos.

En su particular análisis, señala que las razones para un autogolpe de fuerza no sólo estaban dentro del contexto español. Afirma que el Frente Popular español y su homólogo francés, preparaban un golpe de Estado en ambas naciones. Incluso da fechas: Se fijó para Francia y España la fecha del 1º de Mayo de 1936 para la explosión. Pero los comunistas franceses pidieron la postergación porque les faltaban aún preparativos materiales. La causa de la postergación solicitada, -continúa- estaba justificada porque aún los comunistas franceses no tenían terminado los planes para apoderarse de las grandes factorías automovilísticas de Citröen y de Renault. Ambos frentes fijaron el día 10 de junio como nueva fecha para el golpe de fuerza.

Núñez Morgado parecía conocer bien las primeras acciones de los golpistas franceses y españoles y describe detalladamente los preparativos: Se impartían instrucciones desde la central de París para que en el momento decidido se diera el ataque a los cuarteles y se asesinara a jefes y oficiales. Debían organizarse, de acuerdo con aquellas instrucciones, unidades de tipo militar con gente joven, resuelta, decidida, que no temiera la muerte. El cobarde y vil asesinato de Calvo Sotelo, que precipitó a las derechas a dar su golpe en Africa, impidió a la extrema izquierda realizar el suyo. (Es increíble la similitud del supuesto proyecto de auto golpe de la izquierda francesa y española de 1936, con el supuesto Plan Z, encontrado en el cajón de un escritorio por los militares de Pinochet en Chile, en 1973.)

Su relato, siempre redactado en tercera persona, no tiene desperdicio: Para el Embajador de Chile no había distingos de clase ni de sangre: todos eran hermanos en el dolor de ver a su patria pisoteada por el marxismo extranjero. Aunque luego exime de culpa al marxismo extranjero. La culpa del caos y del desorden reinante tenía otro origen, mucho más lógico y perfectamente explicable: ...la amnistía que había dictado el Frente Popular como primer acto de Gobierno al asumir el poder no se limitó a los presos políticos, sino que alcanzó hasta los criminales. Y es de imaginar la reacción de éstos últimos al verse libres y armados y sin autoridad que les controlase, ni mano que les detuviera. Esas gentes tomaron sobre sí la tarea de vengar en la persona decente, en quien observaban modales de señorío, la injusticia de haber caído en una cárcel por haberse apropiado de algo que les hacía falta o de haber enviado al otro mundo a quien no compartía sus ideas o sentimientos. Era la venganza que toma el criminal contra el guardia que le coje; contra el juez que le condena; contra la sociedad que tiene para su defensa ese guardia y ese juez.

Junto a los ladrones y criminales favorecidos por la decretada amnistía general, -señala-, salió a la calle: entre ellos uno, García Oliver, que habría de ser poco más tarde "ministro de Justicia" del Frente Popular... El pueblo en armas se constituyó en autoridad, que, sin ninguno de los atributos que le concede la ley, se transformó en anarquía y esta anarquía, ejercida por seres perversos e ignorantes, se transformó en terror.

Se puede deducir, entonces, el completo conocimiento que tenía el embajador chileno de la política interna, tanto de Francia como de España. Coherente con su particular visión de los hechos, no es extraño que ofreciera tan generoso y numeroso asilo. Núñez Morgado relata que: al día siguiente de estallar el Alzamiento militar en Africa, recibí ya a algunas personas que se sentían amenazadas de muerte por los elementos marxistas. A los pocos días ya eran decenas los que venían en busca de protección...

Comenzaron a entrar desde el primer día de guerra, como lo señala el embajador, luego coparon su casa y la del Encargado de Negocios, Carlos Morla Lynch y, por último, pusieron bajo la protección de la bandera chilena la mansión de la Condesa de Gavia, situada en pleno Paseo de la Castellana; la de María Astóreca, Condesa de Vilana; la del doctor Castañón y otros palacios y mansiones de propiedad de los mismos asilados. Si a esto sumamos las sedes extranjeras, cuyos representantes abandonaron Madrid, como fue el caso de Guatemala, El Salvador y otras que quedaron bajo la protección de la legación chilena4, y que en el momento del abandono de sus titulares ya contaban con un importante número de refugiados, nos cuadra la cifra, dada por Núñez Morgado, de más de dos mil asilados atendidos por los diplomáticos chilenos. Entre ellos, varios pilotos y combatientes alemanes que habían logrado evadir la detención por los republicanos.

Luis Enrique Délano. Sobre todo Madrid. Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1970. (Memorias. RIL Editores, Santiago de Chile, 2003.)

Pablo Neruda. Confieso que he vivido. Argos Vergara. Barcelona 1979.

Talleres Gráficos Argentinos L.J. Rosso, Buenos Aires, 1941.

Esta cifra difiere de la de 17 asilados aceptados por Morla cuando entraron a Madrid las tropas franquistas. Sin embargo, en la Memoria presentada al Gobierno chileno, Morla Lynch, declara que impartió: la siguiente orden terminante; Puerta ancha para los izquierdistas en peligro, con la misma amplitud con que fueron abiertas para los de derechas...

Julio Gálvez Barraza
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