La Casa-Museo Azorín se fundó, dependiendo de la CAM, el 10 de mayo de 1969 en la casa donde el escritor vivió desde los tres años, que perteneció a la familia Martínez Ruiz desde 1876. La encontramos en la c/ Marqués de Salamanca de Monóvar (Alicante).
Nos encontramos con una casa característica del siglo XIX de tres plantas, en las que podemos encontrar una gran variedad de objetos, enseres, libros, etc., relacionados con Azorín y su época.

En la planta baja de la casa está la Sala de proyecciones y reuniones y una biblioteca relacionada con la época de Azorín. Si subimos a la primera planta podemos ver diferentes estancias donde el poeta pasaba los días, como la salita azul; el salón; el despacho y dormitorio del escritor; y la biblioteca familiar, que alberga 4200 libros entre los que se pueden ver de su etapa adolescente y de autores clásicos españoles, entre otros. La segunde y última planta de la casa cuenta con la biblioteca particular de Azorín, compuesta por 8988 volúmenes de los que podemos destacar grandes joyas bibliográficas como las dos ediciones del siglo XVI: Memorias de vida cristiana, de 1579. También cuenta con un número elevado de manuales de diferentes oficios.
Actualmente, la Casa-Museo se ha convertido en un centro de documentación e investigación de la obra de Azorín y su época, imprescindible para todo aquel que estudie al poeta, sin descuidar su labor de divulgación de la figura del escritor. De la misma forma, realiza determinadas actividades como mesas redondas, tertulias y rutas para visitar la Casa-Museo, así como actividades con personas de la Tercera Edad, Amas de casa y todo aquel que muestre interés.
Entre las publicaciones que ésta lleva a cabo, destacamos:
- Las bibliotecas de Azorín, 1996. Roberta Johnson.
- Catálogo de la exposición Azorín y el fin de siglo (1893-1905), 1998.
- Escritos sobre Azorín y Miró, 1999. José Capilla Beltrán.
- Ensayos sobre Azorín, 2000. E. Inman Fox.
- Ediciones periódicas: Anales Azorinianos, Boletín informativo, Actas, otros...
- Otras ediciones: didácticas, informáticas y audiovisuales.
La Casa-Museo conmemora todos los años el nacimiento, el 8 de junio, y el fallecimiento, el 2 de marzo, de José Martínez Ruiz “Azorín”.
El horario de visitas de la Casa-Museo es de lunes a viernes de 11 a 14 y de 16 a 19 horas en invierno, y de 10 a 14 horas en verano, siendo la entrada a la misma gratuita para todos los públicos.

José Martínez Ruiz, más conocido como Antonio Azorín, nació en Monóvar (Alicante). Dedicó su juventud a la lectura, pues tuvo el privilegio de vivir en el seno de una familia burguesa y acomodada.
Estudió bachillerato en el Colegio de los Escolapios de Yecla (Murcia). En 1888 marcha a Valencia para estudiar Derecho. Allí comienzan sus colaboraciones en el periódico de la región con fuerte contenido social y político.
Desde 1896 se estableció en Madrid para colaborar en el periódico “El País”, “El Progreso”, “El Imparcial”. En la capital concidió con Baroja, Valle Inclán, Maeztu y Ramón Bueno, entre otros. A partir de 1910, en una línea más conservadora forma parte del equipo de escritores del “ABC”.
El reconocimiento literario, por parte de sus coetáneos, le llegó en el siglo XX con la publicación de una trilogía novelística de rasgos autobiográficos, La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo. De la segunda obra tomará su seudónimo en 1905 y lo mantendrá toda su vida.
Viajó casi íntegramente por toda España, estuvo en Francia durante la I Guerra Mundial y residió en París desde 1936 a 1939. En 1924 ingresa en la real Academia Española.
Durante tantos años de trabajo y meditación estuvo acompañado por su mujer Julia Guinda.
Muere en Madrid en 1967, fue el más longevo de todos los miembros de la Generación del 98, a la que él le dio su nombre.
En cuanto a la obra de Azorín, y a pesar de ser, uno de los grandes nombres de las letras españolas del siglo pasado, tiene admiradores del uso preciso de su léxico y detractores que atribuyen la falta de capacidad creativa.
Es una de las principales figuras de la generación del 98, fue uno de “Los Tres” junto a Baroja y Maeztu.
Su obra es muy extensa, escribió miles de artículos a lo largo de toda su vida. Durante veinte años va escribiendo algunos de los libros más entrañables de la literatura española: La ruta de Don Quijote (1905), España, Lecturas españolas, Castilla (1912), Clásicos y modernos (1913), Al margen de los clásicos (1915).
Entre otros libros que publicó, podemos destacar: Españoles en París, Valencia, Madrid, El escritor, Cavilar y contar, El enfermo, Con permiso de los cervantistas, Con Cervantes, Con bandera de Francia.
Los grandes temas que Azorín trata en sus obras son la realidad de España, sus paisajes, sus ciudades, sobre todo, el paisaje castellano, aproximar a los clásicos españoles a nuestra sensibilidad. Ha contribuido a hacernos ver una realidad española que percibimos a través de sus ojos. Apenas hablan sus personajes, lo único que hace es mirar.
En cuanto al paisaje, no se trata sólo de una realidad física, geográfica, sino también es un paisaje histórico, humano.
Ambos temas, el recuperar aquellos clásicos y el paisaje convergen en su preocupación por España en toda su obra entera.
“Los terreros grisáceos, rojizos, amarillentos, se descubren, iguales todos, con una monotonía desesperante. Hace una hora que habéis salido de Criptana; ahora, por primera vez, al doblar una loma distinguís en la lejanía remotísima, allá en los confines del horizonte, una torre diminuta y una mancha negruzca, apenas visible en la uniformidad plomiza del paisaje. Esto es el pueblo del Toboso. Todavía han de transcurrir un par de horas antes de que penetremos en sus calles. El panorama no varía; veis los mismos barbechos, los mismos liegos hoscos, los mismos alcaceles tenues. Acaso en una distante ladera alcanzáis a descubrir un cuadro de olivos, cenicientos, solitarios, simétricos. Y no tornáis a ver ya en toda la campiña infinita ni un rastro de arboledas. Las encinas que estaban propincuas al Toboso y entre las que Don Quijote aguardara el regreso de Sancho, han desaparecido. El cielo, conforme la tarde va avanzando, se cubre de un espeso toldo plomizo. El carro camina dando tumbos, levantándose en los pedruscos, cayendo en los hondos baches. Ya estamos cerca del poblado. Ya podéis ver la torre cuadrada, recia, amarillenta, de la iglesia y las techumbres negras de las casas. Un silencio profundo reina en el llano; comienzan a aparecer a los lados del camino paredones derruidos. En lo hondo, a la derecha, se distingue una ermita ruinosa, negra, entre árboles escuálidos, negros, que salen por encima de largos tapiales caídos. Sentís que una intensa sensación de soledad y de abandono os va sobrecogiendo. Hay algo en las proximidades de este pueblo que parece como una condensación, como una síntesis de toda la tristeza de La Mancha. Y el carro va avanzando. El Toboso es ya nuestro. Las ruinas de paredillas, de casas, de corrales han ido aumentando; veis una ancha extensión de campo llano cubierta de piedras grises, de muros rotos, de vestigios de cimientos. El silencio es profundo; no descubrís ni un ser viviente; el reposo parece que se ha solidificado. Y en el fondo, más allá de todas estas ruinas, destacando sobre un cielo ceniciento, lívido, tenebroso, hosco, trágico, se divisa un montón de casuchas pardas, terrosas, negras, con paredes agrietadas, con esquinazos desmoronados, con techos hundidos, con chimeneas desplomadas, con solanas que se bombean y doblan para caer, con tapiales de patios anchamente desportillados...”
La Ruta de Don Quijote
Azorín
Rebeca Serrano
Subir