Un largo y dolorido recuerdo
La guerra de España los aventó y nunca más volvieron a estar juntos, aunque el recuerdo de Miguel permanecería en el corazón de Pablo Neruda, dando lugar a algunos de sus más emocionantes poemas. La última vez que coincidieron fue en el Madrid ya bombardeado, y en esos momentos, Miguel, vestido con su uniforme de miliciano, acompañó a Pablo hasta la “Casa de la Flores”, que estaba ubicada en lugar muy próximo a la línea del frente para recoger sus pertenencias personales.
La derrota de las tropas republicanas supuso para Miguel Hernández el inicio de su peregrinaje por las inimaginables prisiones franquistas que concluiría con su muerte en la Prisión de Alicante, en la madrugada del 28 de Marzo de 1942. Pablo Neruda no permaneció ajeno a las penalidades de su amigo y, según relata María Teresa León, en su libro Memoria de la melancolía (1), junto a Rafael Alberti y ella misma, realizó gestiones, por mediación de Monseñor Braudrillart, para conseguir del General Franco la libertad de Miguel, según Maria Teresa León, esta intervención consiguió que fuese puesto en libertad en septiembre de 1939, aunque lo cierto es que el episodio de su fugaz liberación no ha tenido, hasta el momento, una interpretación univoca, puesto que otros autores, como José Luis Ferris, la atribuyen a los informes positivos y a las influencias de Don José María de Cossío, y lo que parece cierto es que en ningún momento uno de sus procesos, el número 21.001 de la Auditoria de Guerra del Ejercito de Ocupación, a cargo del Juez Especial de Prensa Martínez Gargallo, -que se resolvería finalmente con su condena a la pena de muerte, en sentencia dictada el 18 de enero de 1940, posteriormente conmutada por la de treinta años y un día de reclusión mayor-, no fue sustanciado ni amnistiado, es decir, que estaba pendiente de su resolución, aunque Miguel gozase de una aparente libertad.
Finalizada la guerra civil española, Neruda, tras auxiliar en todo lo posible a los exiliados como consecuencia de su derrota , regresa a Chile cuyo gobierno lo designa como Cónsul General en México, en 1945, cuando ya había conseguido un puesto en el Senado de su país y había sido reconocido como poeta insigne, ingresa en el Partido Comunista de Chile, y a la defensa de sus posiciones dedicará ,desde ese momento, una considerable parte de su obra.
Como consecuencia de haber pronunciado, en enero de 1948, su célebre discurso Yo acuso, el 5 de febrero se dictó contra él una orden de detención que le obligó a pasar a la clandestinidad e intentar salir de Chile, consiguiendo su propósito el 24 de febrero de 1949, entrando en Argentina por San Martín de los Andes (2), tras un viaje lleno de peligros y soledades, tal como él mismo dijese (3), y tras una estancia en Buenos Aires, llega a París y posteriormente a México y a Moscú, asumiendo con entusiasmo su condición de militante y dirigente comunista y presidiendo el Congreso Latinoamericano de Partidarios de la Paz. La situación de injusta persecución a la que ve sometido el poeta, que ya había sido senador y embajador, y, a causa de sus ideas políticas, había sido marginado y defenestrado, se pone de manifiesto en la mayor parte de los poemas escritos en esta época, tal como afirma en los últimos versos del Canto General, cuando dice: “Este libro termina aquí. Ha nacido / de la ira como una brasa de bosques incendiados / y deseo que continúe como un árbol rojo / propagando su clara quemadura”, en los que, con una evidente simbología política, el rojo árbol es la imagen mediante la que se alude a la emergente marea revolucionaria.
El primero de los poemas dedicados a Miguel Hernández se publicó con dos títulos diferentes, por primera vez apareció en el número 2 de la revista Cultura y democracia, publicación del Partido Comunista de España, fechada en febrero de 1950 y editada en París, que ya en su primer número había incluido un resumen del discurso de Pablo Neruda ante el Consejo Mundial de la Paz, y llevaba por título A Miguel Hernández, asesinado en los presidios franquistas (4), junto a la firma del poeta, se indicaba que había sido escrito en México, en Diciembre de 1949, la segunda versión se incluyó en el Canto General, publicado por primera vez en México, el 3 de abril de 1950, con ilustraciones de Diego Rivera y David A. Siqueiros, integrado por 231 poemas y más de 15.000 versos, en Ediciones Océano, con el título A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España. La pertinencia de este cambio se hace evidente, si tenemos en cuenta que la publicación del partido estaba destinada a lectores para los que la palabra franquista estaba cargada de connotaciones, mientras que para los menos conocedores de las vicisitudes políticas de nuestro país, y, por así decir, menos antifranquistas, la situación española, genéricamente antidemocrática y dictatorial, era, en sí misma, explicativa de la injusta muerte de Miguel Hernández, sin necesidad de citar explícitamente a su verdugo, por lo que podemos afirmar que el título utilizado en Canto General universalizó el poema, haciéndolo más próximo y asumible para la totalidad de sus lectores. Por otra parte, también se señala, en las notas de Hernán Loyola (5), que el poema fue entregado para incluirlo en el libro cuando ya estaba imprimiéndose el original.
El poema tiene setenta y ocho versos, agrupados en ocho estrofas y está incluido en el apartado XII, titulado Los ríos del canto, siendo el número cinco de una serie de composiciones dedicadas a poetas admirados por Neruda que son por este orden, Miguel Otero Silva, Rafael Alberti, González Carbalho, y Silvestre Revueltas. Comienza evocando la llegada de Miguel Hernández a la vida y a la amistad con Neruda, designándolo con las expresiones o identificaciones con las que fue universalmente conocido, así es denominado pastor de cabras y finaliza aludiendo a una miel que medía la tierra con tus ojos. En la segunda estrofa, sobre el incorruptible canto sobreviene la pólvora, es decir, estalla, con toda su violencia, la guerra, y ya en la tercera agrupación versal, a pesar de los esfuerzos del poeta, que, al parecer, alude sus gestione relativamente infructuosas ante Monseñor Braudrillart, que ya señalamos, y que le llevan a afirmar: Ya sabes, hijo mío, cuanto no pude hacer, la tragedia se ha consumado, transformando la miel de la estrofa primera en panal agonizante. El corazón de Miguel, perpetuamente vivo, es retratado quemándose en la púrpura de la bandera del poeta, en una transparente alusión a la enseña comunista. Aunque en la quinta estrofa Miguel reaparece como un joven eterno que vive inundado por gérmenes de trigo y primavera. En la siguiente estrofa ya a no contemplamos al poeta solo, sino acompañado por los que un día llegarán a vengar el martirio de Miguel, que reconocerá sus pasos entre los que llegan para lograr que el pecho de España devuelva los rostros enterrados.
La séptima estrofa contiene una durísima imprecación contra los poetas contemporáneos de Miguel que habían permanecido en España, y durante la guerra no se habían alineado junto a la Republica, que es preciso inscribir en el violentísimo e intransigente ambiente político de la guerra fría, los Dámasos, y los Gerardos son calificados de modo que hoy nos parecería absolutamente inexplicable como hijos de perra y cómplices del verdugo. No obstante, es preciso indicar que la ruptura política e ideológica entre los poetas de la generación del veintisiete no surge de modo súbito en el poema de Pablo Neruda, ya en el poema de Miguel Hernández Llamo a los poetas, incluido en su libro El hombre acecha, en la convocatoria que realiza Miguel a la mayor parte de los poetas de su tiempo, no son incluidos ni Dámaso Alonso ni Gerardo Diego (6), aunque también es preciso resaltar que a los que en tierra americana negaron Miguel con su laurel podrido les asigna Neruda solamente su desdeñoso olvido.
En la octava y última estrofa, Pablo Neruda se dirige a Miguel situándolo en la que denomina crueldad de Osuna, refiriéndose al nombre de su prisión, en un error difícilmente explicable y subsanado en el segundo poema dedicado a Miguel, a este respecto, además de su semejanza fonética con Ocaña lugar en el, efectivamente, estuvo encarcelado, puede recordarse que Neruda había realizado un estudio sobre la poesía de Quevedo (7), cuyas relaciones con el conde así llamado han sido tan conocidas y evidentes. Neruda opone, en primer lugar, la crueldad de Osuna a la poesía despedazada y victoriosa de Mao Tse-Tung, que el 14 de febrero de 1950 había logrado extender su poder en toda la China continental, es decir, que cuando el poema fue escrito la victoria ya había conseguido o estaba muy próxima , y posteriormente realiza una enumeración de algunos países europeos en los que los partidos comunistas habían alcanzado la hegemonía: Praga, que está construyendo la dulce colmena que cantó Miguel, y que podría relacionarse con las referencias metafóricas de Miguel a abejas y colmenas, presentes en sus poemas (8), en Praga, en realidad, el Partido Comunista había conseguido en 1946 el 38 por ciento de los votos, a continuación se cita a la Hungría verde limpiando su granero y bailando junto al río que despertó del sueño, en un transparente símbolo del triunfo de las ideas que Pablo Neruda consideraba emancipatorias, en un país que el 20 de agosto de 1949 había proclamado una republica popular, posteriormente se cita a Varsovia ,cuya desnuda sirena edifica mostrando su cristalina espada, poetizando la real liberación de esta ciudad por las tropas rusas en 1946, y la proclamación, en febrero de 1947, de una republica popular. Tantas victorias hacen posible que sea la tierra entera la que, agigantándose, asegure a la patria en la luz, y anuncie su liberación por Stalin y los que denomina sus hijos. Miguel de España, estrella de las tierras asesinadas, que no ha sido olvidado por Pablo Neruda, debe esperar las inexorables armas que han sido descubiertas por el poeta que hace tanto tiempo llegó de América, y que serían las que lograsen la reparación de su injustificable muerte, que fue la que le enseñó a vivir, es decir, la que contribuyó a que asumirá las ideas que, según el discurso nerudiano, harían posible la liberación de su patria.
- León, Maria Teresa, Memoria de la melancolía, Valencia, Círculo de Lectores, 1979, pp.201-294.
- Los datos sobre este episodio de la vida de Pablo Neruda aparecen en el artículo La fuga de Pablo Neruda que posibilitó la aparición de Canto General, de Andrés Gómez B., La Tercera, 8 de julio de 2000, Cultura y Espectáculos.
- Estos acontecimientos han sido poéticamente evocados en Confieso que he vivido, Barcelona, RBA Editores, 1993, pp.242-285.
- Véase, a este respecto, Pablo Neruda, Obras completas, I, Barcelona, Galaxia Gutemberg, 1999, pp.1213 y 1217, que también indica la publicación del poema dedicado a Miguel en la revista citada, aunque no se hace ninguna referencia al cambio de título, es decir, se atribuye erróneamente al poema publicado en Cultura y Democracia idéntico título al de Canto General, es decir, A Miguel Hernández asesinado en los presidios de España.
- Neruda, Pablo, Obras completas,I, edición citada, pág.1206
- Sobre las complejas y diversas interpretaciones de los avatares y las actitudes de Gerardo Diego y Dámaso Alonso en la guerra civil, véanse, entre otros, Trapiello Andrés, Las armas y las letras. Literatura y guerra civil(1936- 1939), Barcelona, Planeta, 1994.
- Sonetos de la muerte de Quevedo, presentados por Pablo Neruda, Madrid, Ediciones Cruz y Raya, 1935.
- Véase, entre otros, su poema Elegía a la panadera, en el que dice:
“Buscando abejas va por los panales
el silencio que ha muerto de repente
en su lengua de abejas torrenciales”.