ARTÍCULOS DE OPINIÓN

VIENTOS DEL SENTIMIENTO (DE MI HUERTO A MIGUEL HERNÁNDEZ)
Miami, Ediciones Baquiana, 2005, 48p. (col. Caminos de la poesía)

El libro Vientos del sentimiento (De mi huerto a Miguel Hernández), editado por Baquiana, en Miami, que dirige con tino y entrega Maricel Mayor Marsán, responsable de la revista homónima, está compuesto de 20 poemas, datados desde el 28 de marzo de 1996 hasta octubre del pasado año 2004. Un arco temporal de nueve años en los que la admiración y entusiasmo por la vida y obra de su poeta paisano no ha dejado de crecer. Este poemario viene sugerido en su cobertura externa por la cubierta, realizada por la hija de Leonís, en la que un hombre desnudo se nos presenta en su mitad izquierda, y es que, como dijo Walt Whitman, esto que parece un libro es un hombre, desprovisto de nada que no sea sinceridad y limpieza de corazón. El color violeta, símbolo del recuerdo por las personas que nos han dejado, preside la cubierta en un suave tono que envuelve el libro y estas fechas tan proclives a la remembranza de los ausentes. Aunque a continuación me detenga en algunos rasgos que me han llamado la atención, quisiera decir que, a propósito de hora tan propicia para la comparación, los ingredientes de una receta no son la receta suculenta que el cariño metamorfosea esos componentes individuales en un plato delicioso. De la misma manera, lo que voy a decir NO es el libro, al contrario, las emociones y sentimientos no pueden ser examinados. Antonio Buero Vallejo gustaba de afirmar que no necesitaba leer estudios profundos de la poesía de su amigo Miguel Hernández porque en ellos no estaba la emoción que sentía cuando leía sus últimos poemas. Pero voy a intentar desgranar algunos rasgos llamativos de este libro.

El huerto idílico de Leonís es el lugar desde donde escribe cartas- poemas a Miguel, símbolo, al igual que en su día para el universal Miguel, de tranquilidad y serenidad, refugio seguro en días tormentosos.

Leonís diviniza la figura de Miguel Hernández cuando lo identifica con el “martirio” de Jesús (“Recuerdo de… “Ausencias” ”, pp.13-15): “Viernes de dolores. / “La Pasión”, ¡escucha!, / “…y le dieron a beber / vino mezclado con hiel…”, y “Fuertes cefaleas padecías constantemente, / mas sufridor esa cruz soportaste” (Parte II de “Tu obra: trasunto poético de tu vida (Elegía- retrato)”, p.35).

Tampoco se olvida de la defensa de valores eternos, como la solidaridad, justicia, igualdad, coherencia ideológica, la paz, etc. Por ejemplo, la paz es una constante en las etopeyas que Leonís traza de Miguel Hernández. Por una parte nos describe al poeta que alcanza el magisterio de la literatura y, por otra, su profunda calidez humana, una inconmensurable valía personal. Un ejemplo de etopeya es la que aparece en el ya citado poema “Tu obra: trasunto poético de tu vida (Elegía- retrato)” (p.33): “Fuiste de dulce trato amable, excelencia moral, / grandes y limpios ojos, adalid de la sinceridad, / brazos caídos -para acunar a quienes te ninguneaban-, / amplia espalda -para cargar rencor de ideas equivocadas-, / amplia frente y grandes manos -que el lápiz domeñaban- / para decir la clara verdad. Tus prominentes labios / atesoraban cuanto tus gestos ardientes sin dilación / descubrían”.

El soto del río Segura donde Miguel disfrutaba de las tardes serenas es motivo de canto en varios poemas, como en “A Miguel Hernández (El poeta hechizado)” (pp.18-20), pero también en el poema “Visión nostálgica al soto nº14, “Miguel Hernández” ” (pp.27-28), donde Leonís escribe un original poema en el que, aparte de criticar “el desarraigo de sus propios coterráneos” por la rotura de varios azulejos en los que estaban grabados versos de Miguel Hernández, se sirve de aquellas palabras destrozadas por los gamberros para seleccionar de los poemas hernandianos versos con dichas palabras. En “Cual misterio esotérico…” (p.40) también se acuerda del soto.

La miel o las abejas aparecen con cierta frecuencia en el libro: “su dulce miel sabes transformar ” (“Los trece versos de un sino (Trece encarcelamientos)”, p.22), “pues esos “…hombres de miel”, (“Tu obra: trasunto poético de tu vida (Elegía- retrato)”, p.34), “¡Una miel que jamás endulzó tu boca seca!” (ibid., pp.35 y 36) y “Tu mente cual abeja incesante y hacendosa” (ibid., p.36).

Leonís gusta de los dípticos y trípticos: “(Díptico de una misma idea poética)” (pp.23-24) y “Tu obra: trasunto poético de tu vida (Elegía- retrato)”, pp.33-37). Cuando le gusta una estructura, la repite, como en los poemas “Lozanía y poesía” (pp.25-26) y “Pastor con onda, sin perro guía” (pp.31-32), los cuales, compuestos de 31 versos, ensalzan, verso a verso, los años que vivió Miguel Hernández sobre la tierra. Incluso aparecen dialectismos como “y la estimuladora / olor a pan recién hecho” (p.26), que refuerzan el origen terruñero de los versos del amigo Leonís.

Nuestro autor tiene muy claras las referencias espacio- temporales de su perimundo. No es extraño que aparezcan lugares y acontecimientos comunes a Leonís, como el ya citado soto del río Segura, la triste situación del río o la Vigilia Poética que todos los años celebramos en la Casa Museo del poeta cuando llega la fecha de aniversario de su muerte. Con ello Manuel Roberto Leonís nos demuestra que esta época es la suya, aunque su mensaje poético permanecerá intemporal, como las cosas buenas. ¿Para qué cambiar aquello que persiste?

Aitor L. Larrabide
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